Bad boys

Estaba solo, desprotegido, con una familia que no lo aceptaba tal cual era, y con unos buenos amigos que lo habían dejado de lado como si fuese un perro a punto de morir. No le quedaba nada, y le faltaba mucho. Frecuentaba ahogar sus penas en alcohol y demás alucinógenos que lo apartaban del mundo cruel y descolorido en el que vivía. 

Lo descubriste una noche encantada, en la que las estrellas brillaban más que nunca y la luna parecía alumbrar hasta el más mínimo detalle de la vida. Permanecía sentado en el cordón de la vereda, con una botella de las más baratas de las cervezas, y con un cigarro en la mano derecha, pensando en cómo estaba estropeándose su vida, y oxidando su fuerza de voluntad para arreglarla. Se percató de tu presencia, y te sonrió con un lloroso gesto que no pudo disimular.

Entonces, te cautivó con su triste belleza, con su atractiva soledad y con su mala fama de chico malo, la cual, con el tiempo, nunca dejaste de negar. Le brindaste atención, protección, y mil maneras de contención  que pensaste que necesitaba. No pudiste dejar de pensar en él, en su rostro apenado, en su sonrisa herrumbrosa, y su voz suave e inteligente, pero  que no dejaba de sonar persuasiva para tus amigas.

Un día, probablemente el mas dichoso de tu existencia, sentiste que tu corazón estallaba, que tu sonrisa se había vuelto tonta, y que flotabas en un mar de aguas rosas. Y el primer te quiero brotó de tu garganta. En ese alba, solo obtuviste a cambio negativas y malos tratos. Te sentiste desdichada, humillada y principalmente, usada. Nunca fuiste alguien más para él, solo un oído que jamás supo valorar.

El chico malo solo había logrado empaparte el alma.